IGLESIA LA MERCED

 
Don Pedro de Alvarado, en carta de 18 de enero de 1534, informó a Carlos V que traía consigo para la pacificación de Quito a franciscanos, mercedarios, y clérigos. Después del arreglo con Almagro .y en la fundación efectiva de Quito aparecen los nombres de los primeros religiosos, que se avecinaron en calidad de fundadores.
 
Entre ellos se cuenta Fray Jodoco Ricke, que pidió solares para establecer su Convento de San Francisco y Fray Hernando de Granada que a su vez solicitó para Monasterio de la Merced. A juzgar por una nota marginal a las actas del Libro Verde se da por hecho la presencia de los Mercedarios en 1535. 
 
El 9 de octubre de 1536, en una carta oficial que dirige el Cabildo al Gobernador Francisco Pizarro, firma como testigo el P. Hernando de Granada. El 26 de enero de 1537, en el reparto de tierras en la zona de Pomasqui se señalan, como a los demás vecinos, sendos lotes a Nuestra Señora de la Merced y al Padre Hernando de Granada. El 4 de abril de 1537, en el señalamiento de estancias, se asigna a Nuestra Señora de la Merced, "dos fanegas de tierra, en sembradura en la falda del cerro, que está frontero de las casas que eran del placer de Huaynacápac".
 
Este afán de personalizar a Nuestra Señora como sujeto favorecido, al igual que los fundadores de la ciudad, es un hecho simbólico que delata la devoción que tuvieron los primeros vecinos españoles a María, en la advocación de la Merced.
 
Nueva prueba del afecto filial a Nuestra Señora fue la donación que el 22 de junio de 1546 le hizo Gonzalo Pizarro de mil quinientos pesos de oro, dos solares en la plaza, tierras en Pomasqui y Guayllabamba y trescientas y más vigas, con obligación, de parte de los religiosos, de que dijesen una misa cantada cada sábado en honor de Nuestra Señora de la Merced y dos rezadas con responso los lunes y viernes por al alma del Gobernador Francisco Pizarro.
 
No obstante la generosidad del Cabildo y de Pizarro, los Mercedarios anduvieron lentos en la construcción del convento y de la iglesia, que no pasaron del aspecto de pobreza durante el siglo XVI. Quizá se debió a la escasez de personal con que contaban. En 1570 el Padre Mateo de la Cuadra practicó una información del estado de la Orden en la Audiencia de Quito. La idea fundamental fue confirmar con testigos que los Mercedarios habían sido los primeros en establecerse y que, sin embargo, se mantenían en condición de pobreza.
 
El 16 de noviembre de 1592 el Padre Antonio de Pesquera, como acto integrante de visita, realizó un inventario de las existencias del Convento. Ahí se describe la iglesia, en cuyo altar mayor, estaba un retablo con el nicho central consagrado a la imagen de piedra de Nuestra Señora, cortejado por seis retablos laterales con imágenes pintadas al óleo, de los cuatro Evangelistas, de Santa Catalina Virgen y Mártir y de Santo Toribio. A los lados había retablos de un señor crucificado, de un Descendimiento, de un lienzo del Nacimiento y de un cuadro de la Redención de los cautivos. En conclusión, una iglesia de estructura modesta.
 
La Imagen Protectora.- Afirma el Deán Sánchez Solmirón que "la imagen de la Santísima Virgen de la Merced es la primera que hubo en los principios de la fundación de esta ciudad". El Deán vino de Popayán a Quito en 1580, "en juventud florida". Desde su llegada fue familiar del Señor de la Peña y actuó en el Cabildo hasta 1646, año de su muerte. Como persona experimentada, compuso el "Formulario" en que constan la consueta, el calendario litúrgico, el ceremonial del coro y la crónica de los primeros Obispos. Su testimonio, pues, acerca de la antigüedad de la imagen de Nuestra Señora, tiene el valor de una tradición verídica.
 
La imagen, de metro y medio de alto, está labrada de un solo bloque lapídeo de las canteras del Pichincha con el encarnado a base de óleo. Lleva al Niño en el brazo izquierdo y descansa sobre un pedestal, en que se destaca un serafín con las alas extendidas. La costumbre de vestir las imágenes de tela ha dado ocasión a mutilar el pie izquierdo del Niño y las manos primitivas de la Virgen. El ademán es de diálogo afectuoso entre la Madre y el Hijo.
 
Quién fue el autor de esta imagen? El señor González Suárez, a quien sigue el Padre Monroy, congetura que el origen de la efigie se vincula con cierto ídolo también de piedra, que representaba una mujer con un niño en los brazos. Y lo más curioso del caso es que ese ídolo se llamaba María Meseia". El texto que sirvió de base dice así: "Hay una isla junto a los pueblos de la costa donde tienen una casa de oración hecha a manera de tienda de campo, toldada de muy ricas mantas labradas, a donde tienen una imagen de una mujer con un niño en los brazos que tiene por nombre María Meseia: cuando alguno tiene alguna enfermedad en algún miembro, hácele un miembro de plata o de oro y ofrécelos y le sacrifican delante de la imagen ciertas ovejas en ciertos tiempos"  (Seville:  Antiquitis of Manabí - Ecuador.— Vol. II).

 

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Andrea Narváez
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